Cuando de estudiar la luna se trata, nada como adentrarse en la noche profunda y elevar la mirada al cielo. Hay una gran diferencia entre adquirir conceptos y desarrollar una sensibilidad con el espacio que nos rodea y del cual somos parte. El surgimiento de la ciencia y la astronomía supuso una pérdida paulatina de intimidad con el cielo. En la antigüedad, cuando la luna regía nuestro calendario, sembrar en el momento equivocado, resultaba en pobres cosechas y escasez de alimentos. Sin embargo, el éxito estaba asegurado, si se contaban cinco lunas luego del solsticio de invierno, o dicho de otra manera: 148 días. La gestación y los ciclos femeninos son buenos ejemplos de los ritmos lunares. Las mareas, las cosechas, están bajo sus influencias. Mucho antes de la electricidad, la luna ayudaba a diferenciar las semanas. E incluso cuando la necesidad práctica de luz lunar disminuyó, los poetas, músicos y artistas siguieron inmersos en su fascinación lunar. En la actualidad, la mayoría de nosotros – bajo un cielo que pocas veces encuentra la noche, encandilado con las luces de la gran ciudad- hemos perdido completamente ese grado de intimidad con la luna. Basta con preguntarse algo tan sencillo como en que fase se encuentra la luna en este momento. Hace cuanto no alzamos la vista y miramos el cielo? Observar la luna no es asunto únicamente de poetas, astrólogos y enamorados. Todos necesitamos un poco de inspiración cada tanto… Y algo de sentido del tiempo, del momento, de la oportunidad, no nos vendría nada mal! Vivir en consonancia con el universo y con nosotros mismos, tiene sentido. No hace falta ser muy místico para entenderlo. En la astrología, la luna representa nuestro sistema emocional, nuestra interioridad. La luna esconde muchos secretos y vincularse con ella supone los mismos desafíos y aprendizajes que implica cualquier relación. La intimidad, ya sea con una persona o con el cielo, requiere de la aceptación de muchos misterios, incluyendo o quizás en particular, del propio. Observar la luna requiere estar alerta, receptivos y presentes. La luna (como es sabido, aunque cabe recordarlo) no posee luz propia y no es mas que un reflejo de la luz solar. Quizás entonces no sea en vano dedicarle algunas noches a contemplarla, si al hacerlo encontramos, nuestra propia luminosidad.